jueves, 18 de septiembre de 2014

Un paseo por Morella (Castellón)

En este post os vamos a proponer una visita a Morella, una bonita ciudad amurallada de la provincia de Castellón, casi en la frontera con Teruel, que ofrece muchas opciones para poder ser visitada con vuestros hijos.

Muralla y puerta de San Miguel

Puerta de San Miguel
Lo primero que llama la atención de esta ciudad es su muralla, que es necesario atravesar por alguna de sus puertas para llegar a su casco histórico. Nosotros, en concreto, entramos por la puerta de San Miguel. Sus dos grandes torres del siglo XV llaman ya de por sí la atención de los más pequeños pero, si queréis comenzar la visita sorprendiéndoles aún más, a pocos metros encontramos dos lugares que seguro que les gustarán: "La torre de los juegos", un espacio habilitado en una de las torres en el que se puede jugar con diversos juegos tradicionales, y el museo "Tiempo de dinosaurios", en el que se exponen restos paleontológicos encontrados en la zona (si no queréis detener la visita allí nada más empezar siempre pueden ser dos buenas opciones con las que "negociar" para terminarla tras el paseo).





Iglesia de San Miguel
Este museo se encuentra en los bajos de otro lugar bastante curioso. A primera vista parece una iglesia pero, al acercarnos, descubrimos que ya no lo es... La iglesia de San Miguel, del siglo XVII, alberga desde hace un tiempo el centro de salud.

Desde este punto, comenzamos el paseo por la localidad. Morella está dividida por varias calles continuas y paralelas que atraviesan la ciudad de punta a punta por lo que es sencillo recorrerla prácticamente siguiendo una única dirección (aunque, como siempre, os recomendamos callejear para descubrir todos sus rincones). En nuestro caso, decidimos seguir la calle Juan Giner hasta la Cuesta dels Prades, una calle de escaleras que ofrece una curiosa vista del lateral de la basílica de Santa María la Mayor, nuestra siguiente parada.


La basílica de Santa María la Mayor

Portada de los Apóstoles y detalle

Esta preciosa basílica de estilo gótico, una de las más importantes de España, nos ofrece dos portadas: la de los Apóstoles y la de las Vírgenes. Ambas esconden multitud de figuras y personajes que pueden servirnos para jugar a la búsqueda y el descubrimiento: figuras masculinas, femeninas, santos, vírgenes, ángeles, demonios... Además, todavía conservan parte de su policromía lo que nos ayudará a imaginarnos cómo debían lucir siglos atrás, repletas de color. 

Si os animáis a visitar su interior (previa compra de entrada) podréis ver, entre otras cosas interesantes, una escalera de caracol que lleva a un coro elevado. Al parecer, ¡el único coro elevado del mundo!

Convento de San Francesc
Convento y castillo

Tras la visita de la basílica, seguimos nuestro paseo por la calle Hospital para llegar al convento de San Francesc, que nos sorprende con sus escaleras semicirculares. ¡Pocas veces os habréis encontrado con unas escaleras como estas! La entrada al convento es previo pago y desde allí se accede también al castillo, en lo alto de la ciudad. Existe una entrada conjunta para poder visitar ambas cosas. 

Otra opción para llegar hasta allí es hacerlo por la calle Mare de Dèu de Vallivana, en la que se encuentra la casa en la que, según cuenta la tradición, San Vicente Ferrer obró uno de sus milagros (¡y menudo milagro!). La reconoceréis porque una placa conmemorativa recuerda ese episodio. 



Un pequeño descanso

Plaza de Colón
Desde el convento bajamos hasta la plaza de Colón, un buen lugar para hacer una pausa en nuestra visita. La plaza dispone de un parque infantil y de una cafetería que, especialmente cuando sacan mesas a la plaza con el buen tiempo, te permite tomarte algo mientras los niños juegan. Además, en esta plaza también se encuentran los servicios públicos.

Vista del castillo desde la plaza de Estudi
 Subiendo unas escaleras que hay al fondo de la plaza se llega hasta la plaza de Estudi, desde donde se contemplan una magníficas vistas del entorno y del castillo. Aquí se encuentra también la parte alta de la torre del Consell, que fue la puerta por la que entró el rey Jaime I a la ciudad, conocida desde entonces como el portal del Rei.


La Plaça

Calle Blasco d'Alagó
Este es el nombre con el que los morellanos conocen la calle Blasco d' Alagó, que sale directamente desde la plaza de Colón. Esta calle, llamada así porque antes en ella se celebraba el mercado, es una de las más características de la ciudad debido a sus soportales, que cubren en uno de sus lados. En ella, y en las que la continúan, podéis encontrar restaurantes, bares, tiendas de recuerdos y de productos típicos que harán vuestro regreso hasta la puerta de San Miguel muy animado. También pasaréis por varias pastelerías así que si sois golosos no os podéis marchar de Morella sin comprar alguno de sus dulces típicos: los pastissets de boniato y calabaza, los buñuelos de aire o el flaó, una pasta de origen árabe rellena de requesón y almendras que está buenísima (¡nosotros compramos una caja entera!).


Algunas recomendaciones

Morella se encuentra relativamente cerca de los lugares de playa de la provincia de Castellón por lo que, cuando el tiempo es malo en la costa, suele ser una buena alternativa para los turistas. Esto supone que, en los días nublados o lluviosos, la localidad aumente bastante su número de visitantes habitual (ya elevado de por sí). Es algo a tener en cuenta porque puede suponer algunos inconvenientes, como la falta de espacio de aparcamiento (aunque existen diversas zonas habilitadas para ello) o que los establecimientos de restauración estén demasiado llenos y se produzcan esperas (no obstante hay que tener en cuenta que nosotros la visitamos en pleno mes de agosto, en otros meses seguro que la cosa cambia).

Podéis consultar más información sobre la ciudad (incluidos mapa y horarios de visita) en la web de turismo de la localidad: http://www.morellaturistica.com

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Pros: Se puede recorrer fácilmente y dispone de bastantes alternativas para que la visita resulte atractiva para los niños.

Contras: En temporada alta, su saturación los días en los que no hace buen tiempo en la costa; puede resultar un poco agobiante pero, aún así, merece la pena.